Tras la declaración de la Muralla de Lugo como Patrimonio de la Humanidad un grupo de hosteleros del casco histórico decidió crear una sencilla fiesta que consistía en que los locales instalasen unas barras en las calles del centro y el personal se ataviase con ropas de la época romana. Participaron unos pocos locales pero la repercusión fue enorme.

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Aquella modesta iniciativa fue el germen de una gigantesca celebración que incluso rivaliza con las fiesas patronales, ya que cada año implica a una gran parte de la ciudadanía de Lugo y ha dado lugar a la creación de 20 asociaciones que trabajan duramente para que la ciudad regrese a los tiempos de su fundación por Paulo Fabio Máximo, legado de César Augusto.

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Coordinadas por el Ayuntamiento de Lugo, estas asociaciones, que son el alma de la fiesta, tienen distintos cometidos y son de corte religioso, militar, político o social, encargándose cada una de ellas de revivir aspectos diferentes de la época, tanto desde el punto de vista romano como desde el castreño (castrexo), que es el nombre que reciben los moradores que estaban en la zona antes e la invasión romana.

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La fiesta ocupa gran parte del casco histórico de la ciudad donde se instalan la mayoría de los campamentos "romanos", mientras que los "castrexos" se ubican en otras zonas y particularmente en el parque de Rosalía de Castro.

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El gran desfile, que se celebra el sábado, reúne a miles de personas tanto en su desarrollo (se calculan unas 1.500 personas desfilando) como entre el numeroso público, que abarrota una parte importante del adarve de la Muralla.